jueves, 6 de septiembre de 2007

El rey poderoso y el anciano matemático

Esta historia la escuché de pequeño, puede que fuera de un libro pero apenas lo recuerdo.
Como sólo recuerdo lo básico de la historia, así que la adornaré bastante con mis propias ideas.

Érase una vez un rey muy poderoso. Había extendido su reino cruzando todas las fronteras, su ejército era el más fuerte y leal, y conquistó territorio a territorio hasta que se encontró en posesión de toda la Tierra conocida. Todo era suyo, todo cuanto entrase en el planeta se convertía en su propiedad.

No necesitaba riquezas, pues no podía comprar nada porque todo le pertenecía. Sin embargo, estaba llegando ya a sus últimos días y no se sentía realizado. Sin enemigos que conquistar, mujeres que cortejar (todas estaban a sus pies), sitios que descubrir, ni nada que aprender, ya que no creía necesaria la sabiduría de un mundo que estaba bajo su yugo. Consultó durante años a sus consejeros sobre cómo encontrar la felicidad, pero las respuestas que halló eran erróneas:

"Si hay gente feliz en este mundo, la felicidad ha de encontrarse en él; si tomo posesión del mundo entero, tendré también la felicidad"

Enfurecido, ordenó a todos sus súbditos que buscaran a uno que pudiera revelarle el secreto de la felicidad. Tras unos días de búsqueda por toda la Tierra, llegó a la corte del rey un anciano:

- He oído que buscáis el secreto de la felicidad -dijo el anciano a Su Majestad.

- Sí, ¿acaso tu estás en posesión de él? - replicó el rey.

- Sí, ingenuo fuiste pensando que en posesión del mundo, pudieses poseer cualquier cosa en mente de las personas -contestó el anciano-. No obstante, te daré otra oportunidad, te vendo el secreto de la felicidad.

El rey se levantó emocionado, pensando que podría pagar cualquier precio, removería todo su reino a lo largo y a lo ancho del mundo para reunir la riqueza que fuese necesaria. Además, pensó el rey que cualquier precio que pagase al anciano volvería a su poder tarde o temprano, pues todo comercio, todo bien y toda persona del mundo a través del cual el anciano utilizase su nueva riqueza, le rendía pleitesía.

- ¿Cuál es el precio? -preguntó el rey.

- Quiero que me pagues en granos de trigo -respondió el anciano.

Otro salto de alegría para el rey, miles de millones eran los campos de trigo sobre la tierra, y todos le pertenecían, no habría precio alguno que no pudiese pagar.

- ¿Cuántos granos quieres, anciano? -preguntó el rey.

Entonces, el anciano sacó un tablero de ajedrez y quince granos de trigo... Colocó en la primera casilla del tablero (A1) un grano de trigo, en la siguiente dos, en la siguiente cuatro, y en la siguiente ocho granos de trigo.

- Rellena el tablero poniendo en cada casilla el doble de granos que en la anterior. Cuando hayas completado el tablero, vendré a por lo mío y te entregaré el secreto de la felicidad -concluyó el anciano.

- De acuerdo, no tardaré -dijo el rey, y comenzó a reunir granos por sus campos.

Comenzó recogiendo los granos de los pueblos de alrededor, pronto tuvo que arrasar regiones enteras para completar algunas casillas. Aún por la mitad del tablero, el rey tenía que arrasar dos regiones enteras para la siguiente casilla, cuatro regiones para la siguiente, y así sucesivamente.

Varios años despues, el rey moría tras haber arrasado la tierra entera cada año en la época de la siega, sin haber conseguido rellenar el tablero. El rey no tuvo sucesor, pues tantas mujeres dejó encintas que sus hijos se contaban por miles. Así, cada región fue gobernada por un bastardo y nacieron los países que conocemos hoy en día.

Moraleja: "No se puede comprar la felicidad"

Mensaje: "Nuestros gobernantes son unos bastardos"

Mensaje subliminal: "Come cereales"

No hay comentarios: